Dos mujeres revolucionarias
Después de poder conocer historias como esta, la sensación que me invade es la gratitud. Y pensar que hay tantas historias por contar me hacen sentir afortunado de tener el objetivo de dar con ellas.
Os dejo con esta maravillosa historia de vida.
Para los más perezosos, invidentes o quienes prefieran hacer este viaje con los ojos cerrados, disfruta de esta historia en versión podscast
Un domingo cualquiera, me encontraba paseando por las históricas calles de Granada. Mi cámara de fotos me acompañaba siempre dispuesta por si tengo el placer de cruzarme con gente interesante, cosa que suele pasar a menudo.
El momento no se hizo esperar y apareció en mi campo visual una señora y su perrito, los dos con semblante alegre y desenfadado, con el pelo un poco alborotado. Se podría pensar que vienen de peinarse en Tarifa.
Concretamente su peinado fue lo que me hizo acercarme a proponerles la foto de rigor, a lo que contestaron "cada uno a su manera" por supuesto. Fijaros lo poderoso que puede ser el pelo en determinados momentos. Se lo dice alguien a quien aun estando en medio de un vendaval, no hay forma de despeinarlo.
Si, soy calvo, pero un calvo feliz, y un calvo con suerte.
¿Qué posibilidades había de dar ese día con alguien así dispuesta a contarme su historia? Muchas pensarán algunos dada la cantidad de personas que abarrotan un domingo las calles de Granada, pero no se engañen, hay historias e historias. Al final de este relato entenderán el porqué de mi suerte.
La protagonista de esta historia es Amanda quien se define a si misma como atea y republicana, rozando el anarquismo. Aunque su nombre significa "amor" o "ser amada".
Justamente así me definió la sensación que tuvo siempre en compañía de sus padres.
Sus padres
Sus padres se conocieron en Francia, dentro de contextos a los que muchos cineastas y escritores recurren a menudo, la guerra y el exilio.
Su madre además de española y republicana, fue una capo de "Los Maquis", un movimiento guerrillero antifascista que una vez acabada la guerra civil española, se resistía a marchar al exilio. Pero tenían las de perder y así fue. Muchos acabaron en el paredón y otros muchos en el exilio, entre ellos su madre. Se exilió a Francia cruzando a través de los pirineos en busca de una vida.
¡Exiliada,pero silenciada no!
Una vez en allí había muchas formas de seguir apoyando a los suyos. Eligió hacerlo desde una sala de cine, donde proyectaban películas para los extranjeros españoles. Los fondos eran destinados a la supervivencia de los compañeros que estaban aun en plena batalla.
Es así como conoció a su futuro marido, el padre de Amanda, a quien define también como revolucionario y republicano. Y así se juntaron revolución con revolución y nació una niña de esta tremenda pasión.
El nacimiento de una mujer revolucioinaria
Amanda nació en Orly, un pueblecito cerca de París el año 1949.
Cuando me habla de su infancia, lo hace con alegría y nostalgia. La define como una infancia feliz e interesante.
¡Como para no serlo con unos padres así!
Y es que en el clima familiar predominaban el diálogo, las historias, la cultura, el cariño y las mentalidades abiertas. La sexualidad por ejemplo era tratada con mucha naturalidad. Algo bastante distinto a como se trataba aquí por aquellos tiempos.
Hay una frase de Amanda que se me grabó a fuego que dice – mis padres siempre estaban dispuestos a escucharme, así que yo les escuchaba a ellos-.
¡Simple y eficaz!
Si para ser padres hubiese manual, junto con el amor, esta sería una de las reglas de oro, el diálogo.
En este rico caldo se coció una niña que más temprano que tarde se convirtió en una jovencita con hambre de experiencias e inquietudes, también con un poco de prisa ya que a sus diecisiete años, su profesor de mates, que más que de docente tenía alma de futbolista, le marcó un gol que la dejó en estado.
La joven Amanda no tenía claro si con tantas inquietudes por satisfacer, era el momento de ser madre. Se le pasó por la cabeza la fugaz idea de no serlo, idea que duró hasta el momento de estar en ese ambiente acogedor y familiar que caracterizan a las clínicas y ver la mirada penetrante del doctor Francoise a través de las míticas gafas de culo de vaso.
Nueve meses después nació el pequeño Martín.
Se ve que no tenía tantas prisas como su madre. Se encontraba cómodo en el hospital y al ser tan majo le concedieron la pensión completa durante año y medio. Y es que antes de poder salir, tenían que resolver un pequeño desajuste. Martín había nacido con dos palpitantes corazones.
Mientras tanto Amanda empezó sus estudios de psicología en la histórica universidad de La Sorbonne (París).
Por otro lado estaba el profesor apodado "el futbolista" con quien Amanda se casó. Es aquí cuando empieza una larga y torcida historia en sus relaciones conyugales.
Se ve que a este señor, que siempre había sido un tipo sano, le encantaba visitar otros campos de fútbol y se pasaba el tiempo intentando meter goles en portería ajena.
Además, cuando volvía después de días de partido, llegaba extasiado y le daba por meter broncas en casa, broncas que Amanda sufría con actitud estoica, hasta que las broncas empezaron a irse de las manos.
Esta desagradable situación, con el pequeño Martín ya en casa, se volvió insostenible, hasta que un día Amanda tiró de coraje e ingenio y la sartén que hasta ese día sirvió para hacerle las tortillas al profesor, terminó estampada en la cabeza de este, dejando una bonita cicatriz que le hace fácil recordar lo que pasa cuando increpas a una mujer revolucionaria.
Destino, España
Asustada, aunque más hecha a si misma, acudió a sus padres con quienes tenía un fuerte vínculo, y juntos decidieron que Amanda y su pequeño también se irían al exilio, es así como llegaron a Almuñecar (Granada) donde pasó un tiempo en casa de unos amigos que también eran contrarios al régimen franquista.
Había tenido que dejar atrás a sus queridos padres y su Francia natal, que era bastante más abierta que la España del momento. Además su madre seguía marcada en rojo en la frontera y eran complicadas las visitas. Pero si hay algo que define a Amanda, es la actitud ante la vida y la vida sigue.
A pesar de no haber terminados sus estudios de psicología, había tenido la posibilidad de hacer prácticas en hospitales psiquiátricos antes de venir a España, que le sirvieron para encontrar trabajo en uno de por aquí.
Poco tiempo tardó en apreciar que las metodologías que se usaban con los pacientes, eran más cercanas a la mazmorra y el cerrojo que a la intención de curar a nadie, así que después de dejar constancia de su desacuerdo, se fue a derrochar sus talentos a otra parte.
Mientras tanto el pequeño Martín crecía con talante abierto y sociable, como su madre. Y aunque Amanda reconoce que fue estricta con el (cosa que hoy su hijo le agradece) pero su relación y la vida empezaban a ser más amables.
Amanda empezó a integrarse y a disfrutar de algunas de las costumbres que tenemos en España. Digamos que aunque echaba de menos Francia, aprendió a sacarle jugo a lo que encontró aquí; tapitas, cervecitas, solecito y siendo una belleza francesa, tenía a más de un muchacho haciendo cola intentando poder disfrutar de sus encantos.
Una nueva etapa para muchos
Pasaron los años y ya era madre de un chico recién entrado en la adultez y todas esas inquietudes adormecidas por las circunstancias, empezaron a asomar de nuevo la cabeza.
Por esas fechas empezaba una etapa nueva en la historia de España. El dictador Francisco Franco había muerto. Para todos sus detractores, y algunos obligados a seguirle, fueron momentos de esperanza y alegría. Por fin empezaban a abrirse poco a poco los cerrojos culturales y sociales. Fueron momentos de liberación.
Además Martín ya estaba en la universidad y viajaba por Europa estudiando turismo, así que Amanda se vio con una oportunidad de oro para liberarse ella también y ¿ dónde mejor que con los hippies?
Año y medio se pasó en una comuna, donde pudo disfrutar por fin de la merecida libertad y pudo dar rienda suelta a ese espíritu libre con el que había nacido. Allí era comunitario todo, desde el trabajo al sexo. Así que como experiencia, fue una de esas para contarle a los nietos de tus nietos. Aunque sabía que no era para toda la vida, cada cosa tiene su momento.
En otra etapa también fue motera. Se compró una honda ciento veinticinco con la que hizo largos viajes por la península, siempre vestida con ese aire rebelde y desenfadado que la caracterizan acompañada por su grupo de amigos moteros y moteras.
En uno de estos viajes, llegaron a una playa donde hacía un tiempo fabuloso, así que tetas al aire, se pusieron a tomar el sol.
Hay que tener en cuenta que en aquella época, muchas tetas habían nacido y muerto sin haberles dado el sol, Andrés Iniesta comparado con una teta de estas, parece Morgan Freeman.
Y claro, alguien exaltado por la situación, "seis tetas en medio de una playa" dio la alarma y unos señores de verde con tricornio, no tardaron en presentarse allí.
Cuando los agentes llegaron, la situación les tornó rojos, menudo espectáculo. Empezaron a reprocharles tan sacrílego acto. Amanda y sus amigas se hicieron las suecas como si no entendieran ni palabra. Lo que llevó a verdes y rojos al cuartel.
Una vez allí y haciendo gala de su afilado ingenio y condición insurrecta, pidió hacer su llamada, como el las películas norteamericanas. Llamó a la embajada Francesa haciendo presentarse allí al embajador en persona. Podéis imaginar la cara de los verdes ante tal situación. Al poco rato, después de un intercambio de palabras poco fluido, aquellas tetas volvieron a ver el sol.
De vuelta a Granada
Después de estas etapas Amanda volvió a Granada donde "tiene pelotas", se vio enredada con otro futbolista, este de profesión. Jugaba en el Granada, que en esas fechas estaba en primera. Buen futbolista sí, pero las destrezas amatorias digamos que no eran lo suyo. Su primera noche de enredos la define como horrorosa y llena de torpezas. Incluso tuvo que explicarle que las mujeres tienen clítoris. Un figura que dejó testimonio de cómo eran las cosas en España por aquel entonces.
El caso es que después de muchas sesiones prácticas y teóricas sobre anatomía femenina, consiguió moldearlo a su gusto y la pareja pudo seguir adelante.
Vino una etapa de bonanza económica y profusa vida social, aunque en el fondo, Amanda no se sentía del todo feliz.
En esos días Amanda se dedicaba a ejercer de agente judicial mano a mano con un famoso juez de Granada encargado de casos de menores. Andaba pues envuelta en mil y un casos ejecutando las sentencias que dictaba el juez. Conoció gente interesante en los barrios menos ricos de Granada, y también situaciones de vida, acompañadas de circunstancias bastante complicadas. Amanda acompañada por agentes de policía, se hacía cargo de retirar a los menores cuyas familias abusaban de ellos. Aunque en algunos casos, Amanda juzgaba como inapropiado retirar a los menores del abrigo familiar y volviendo a hacer gala de su rebeldía, se negaba a hacerlo. Los policías que la acompañaban la avisaban de las posibles consecuencias, a lo que ella contestaba con un rotundo ¡vámonos de aquí!
Efectivamente, tuvo sus consecuencias. Aunque el juez a parte del expediente, la alagaba con un -ole tú, pero si quieres seguir en el puesto, debes cumplir mis órdenes-. Ella muy francesa, se negaba. Así que dos o tres expedientes después sus labores vieron su fin, pero sus principios se mantuvieron intactos.
Por otro lado Martín, había sido padre, y Amanda abuela, condición que le encantaba.
Aquello vino que ni caído del cielo porque la relación con el futbolista era más o menos, parecida a la de su primer marido en cuanto a la cornamenta sobre todo.
Cito palabras textuales – si los cuernos que me puso ese tío fueran luces, alumbraban tó Graná-.
Una actitud inspiradora y un amor desmedido por su familia
Es inspirador apreciar el sentido del humor con que habla de sus dramas y más inspirador aun apreciar la magnitud con la que Amanda ama a su familia.
Le pregunté que era lo que la hacía levantarse cada mañana y me respondió que sin duda alguna, era su familia, el resto está de paso.
De hecho el futbolista después de dejarle un par de pufos, los cuernos bien puestos, la casa hipotecada sin permiso y doscientas multas con los coches a nombre de Amanda, terminó yéndose a freír espárragos.
Martín recién divorciado, con dos hijos y una tercera no biológica (pero como si lo fuera) tuvo algo que ver en esta decisión. Se acercó a su madre un día a preguntarle que hacía con un tipo como ese. Se fueron juntos a casa. Donde viven juntos desde entonces.
Cuando me habla de su hijo lo hace con orgullo y ternura. Tiene 50 años, pero le sigue llamando "su niño". Han tenido momentos complicados, pero ¿quién no?.
Y a sus nietos los adora, sobre todo al pequeño que vive con con ella desde los ocho días. Mi chiquitillo le llama, midiendo 1,90 el niño.
Con su nuera por ejemplo, tiene una relación muy especial. La adora aunque ya no esté con su hijo, y dice con una sonrisa, que siempre será su nuera. Esta es otra muestra de la humanidad de Amanda y de como ama a su familia.
Actualmente es una jubilada feliz que vive con su hijo, su pequeño gran nieto y su perrito Negri.
Su experiencia con el cáncer
Acaba de pasar por un cáncer de mama del que ha salido airosa. Dice que puede prescindir de media teta. ¡Esa es la actitud!
Lo maravilloso de esta situación fue cómo afrontó la enfermedad y su paso por el hospital de oncología define su esencia.
Imaginaos la sala donde ella y los demás pacientes recibían tratamiento. No suelen ser espacios muy alegres y como es de esperar, alguno de los pacientes compartía sus lamentos públicamente maldiciendo su propia suerte. Amanda sin embargo, se las pasaba poniendo algo de música, paseando su sonrisa mientras bailaba por la sala animando así al resto de compañeros y también a las enfermeras agradecidas por la actitud con la que se regalaba, terminando por hacerles la vida un poco más fácil a todos.
Además la jefa de enfermería ante aquel derroche de alegría, terminaba por mandarle a todo el personal de prácticas a ella, y cansadita ya de ser cobaya, les pidió que se las mandasen a otro, a lo que la enfermera dijo – por favor Amanda, tú eres la única que las sabe torear-. Así que Amanda con una sonrisa, siguió cobaya un poquito más.
Está recuperada de la enfermedad y me cuenta que de vez en cuando va al taller, le pasan la itv y ¡a correr!
En la actualidad
Lleva una vida tranquila, aunque no se crean, no para. Incluso se está planteando abrir un negocio de congelados.
Dos días a la semana pasa tiempo con un amigo que necesita compañía y aunque dice que es un poco especial, cierra con una frase que me encanta "Le saco todo lo bueno que tiene y le doy todo lo bueno que tengo".
Me parece todo un ejemplo de coraje ante una vida que podría hundir a muchos, además de mostrar un derroche de alegría que juzgo la acompañará el resto de su vida.
De vuelta a su origen, sus padres.
He dejado para el final de esta bonita historia, la parte que más me conmueve, y para ello vuelvo al comienzo de esta historia, a sus padres.
Pasada la dictadura y ya jubilados por fin pudieron venir a España a estar cerca de su hija y por fin pudieron descansar de tanto destierro. Amanda dejó su trabajo para poder estar con ellos y darles todo el cariño que tenía guardado desde tantos años.
Eran mayores y empezaban a anunciar su marcha. Lo único que pidieron a Amanda fue, que no querían morir en un hospital y Amanda lo cumplió.
Los dos se fueron con Amanda a su lado. Su padre se fue cogiendo su mano mientras una lágrima caía por su mejilla, y su madre, aquella mujer valiente y revolucionaria se fue dormida plácidamente entre sus brazos.
No hay un día que no les recuerde a los dos,
"Siempre están conmigo" me dice emocionada.
No sé a ustedes, pero a mí me hace sentir tranquilo, saber que hay personas como Amanda caminando por las calles de mi ciudad.